Πρόδρομος Χ. Μάρκογλου: Ἠ­λί­ας Χ. Πα­πα­δη­μη­τρα­κό­που­λος

 


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Πρόδρομος Χ. Μάρκογλου


Ἠλίας Χ. Παπαδημητρακόπουλος


01-BitaΓΑΖΕΙ τὴ στρα­τι­ω­τι­κή του στο­λή, ἐ­πι­στρέ­φει καὶ πά­λι στὸν ἑ­αυ­τό του. Κα­τε­βαί­νει στὸν μι­κρὸ κῆ­πο, πε­ρι­ποι­εῖ­ται τὰ φυ­τὰ καὶ τὰ φτω­χὰ ἄν­θη τῆς Μα­κε­δο­νι­κῆς γῆς.

       «Εἶ­ναι σὰν μιὰ ἀ­πο­το­ξί­νω­ση», λέ­ει.

       Με­τὰ πλέ­νει τὰ χέ­ρια, βγά­ζει τὴ φόρ­μα, κλεί­νε­ται στὸ μι­κρὸ σκο­τει­νὸ δω­μά­τιο. Δι­α­βά­ζει, ἐ­πι­τέ­λους, μὲ ἡ­δο­νὴ τ’ ἀ­γα­πη­μέ­να του βι­βλία.

       Γρά­φει, κά­πο­τε, τὸ πρῶ­το του δι­ή­γη­μα «Οἱ Φρα­κα­σά­νες».


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Πηγή: ἀπὸ τὴν συλλογὴ πεζῶν Κείμενα μικρῆς πνοῆς (ἐκδ. Κέδρος, 2009).

Πρό­δρο­μος Χ. Μάρ­κο­γλου (Κα­βά­λα, 1935). Ποί­η­ση, Δι­ή­γη­μα. Οἱ γο­νεῖς του ἦ­ταν πρό­σφυ­γες ἀ­πὸ τὴν Καπ­πα­δο­κί­α καὶ τὸν Πόν­το. Τὸ 1944 χτυ­πή­θη­κε ἀ­πὸ γερ­μα­νι­κὴ χει­ρο­βομ­βί­δα καὶ ἔ­χα­σε τὸ ἀ­ρι­στε­ρό του χέ­ρι. Σπού­δα­σε στὴν Ἀ­νώ­τα­τη Σχο­λὴ Οἰ­κο­νο­μι­κῶν καὶ Ἐμ­πο­ρι­κῶν Ἐ­πι­στη­μῶν Ἀ­θη­νῶν. Ἀ­πὸ τὸ 1971 ζεῖ στὴ Θεσ­σα­λο­νί­κη. Πρω­το­εμ­φα­νί­στη­κε στὰ γράμ­μα­τα στὴν Κα­βά­λα, τὸ 1962, μὲ τὴν ποι­η­τι­κὴ συλ­λο­γὴ Ἔγ­κλει­στοι. Ἀ­κο­λού­θη­σαν οἱ ποι­η­τι­κὲς συλ­λο­γὲς Χω­ρο­στάθ­μη­ση (Κα­βά­λα, 1965), Τὰ κύ­μα­τα καὶ οἱ φω­νές (Θεσ­σα­λο­νί­κη, 1971) κ.ἄ. Συγ­κεν­τρω­τι­κὴ ἔκ­δο­ση: Ἔ­σχα­τη ὑ­πό­σχε­ση (1958-1992) (ἐκδ. Νε­φέ­λη,  1996). Δη­μο­σί­ευ­σε καὶ τὰ πε­ζὰ Ὁ χῶ­ρος τῆς Ἰ­ω­άν­νας καὶ ὁ χρό­νος τοῦ Ἰ­ω­άν­νη (ἐκδ. Ἐ­γνα­τί­α, 1980), Στα­θε­ρὴ ἀ­πώ­λεια (δι­η­γή­μα­τα, ἐκδ. Κα­στα­νι­ώ­τη, 1992), Σπα­ράγ­μα­τα (νου­βέ­λα, ἐκδ. Νε­φέ­λη,  1997), Δι­έ­φυ­γε τὸ μοι­ραῖ­ον (δι­η­γή­μα­τα, ἐκδ. Νε­φέ­λη, 2003) κ.ἄ.

 

Εἰκόνα: Ἠλίας Χ. Παπαδημητρακόπουλος. Σεβαστείας 27, Νέα Σμύρνη, 3 Μαρτίου 2010 (φωτογραφία: Γιάννης Πατίλης).


			

Elisavet Grigoriadu: El pupitre al revés


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Elisavet Grigoriadu


El pupitre al revés


01-KappaIRANÓS y Laguretos le habían dado la vuelta al pupitre y lo sostenían sobre sus muslos, cuando entré en clase.

       Cinco pupitres a la izquierda, cinco a la derecha y en el medio el undécimo. Veintidós alumnos en quince metros cuadrados.

       Los alumnos que se sientan en los tres últimos pupitres no pueden salir, si no se mueve el pupitre del medio. Unas veces hacia un lado, otras, hacia el otro.

       De pelo denso y rizado Kiranós, de cara redonda como la luna Laguretos, los dos están obviamente cansados de hacer de porteros.

       Apañáoslas con las aulas que tenemos», dice el Director.       

       Una y treinta del mediodía, séptima hora de clase y tengo que ver qué recuerdan acerca de la inflación, para seguir con el desempleo.

       Silencio. Veo la expectación en todas las miradas. ¿Qué voy a hacer?

       «El pupitre al revés es una muy buena idea», digo agachando la cabeza para abrir el libro de clases. Anoto fecha, hora y página en la que estoy.


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Fuente: Primera publicación blog Planodion – Historias Bonsái, 3 de marzo de 2012.

Elisavet Grigoriadu (1964). Estudió Derecho en la Universidad Aristóteles de Salónica. Sus cuentos han sido publicados en las revistas Pandora (no 21) e Intellectum (no 4, 6 y 7).

La traducción colectiva se ha realizado en el marco de la asignatura «Traducción literaria inversa del griego al español» del Máster en Traducción, Co­mu­ni­ca­ción y Mundo Editorial (Universidad Aristóteles de Salónica) impartida du­rante el curso 2015-2016 por Na­ti­vi­dad Peramos Soler. Participaron los estu­di­antes: Anestopoulou Anna, Georgo­pou­lou Efi, Golfinopoulou Alexandra, Dimitropoulou Katerina, Kampyli Aspasia, Karagiannidou Kiriaki, Kiose Konstantina, Lambrou Natasa, Malakata Maria, Bakatsia Dimitra, Papaioannou Eustratía.

 

Nikos Dimou: ¿Sancho?


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Nikos Dimou


¿Sancho?

 

08-Htta-Haakon_jarls_saga_-_initial_-_G__MuntheOY me han traído un nuevo interno. «Don Quijote». En su ficha pone: «Tranquilo e inofensivo».

(Por más que parezca un antiguo número de revista teatral, en nuestros hospitales hay napoleones, alejandromagnos…)

       Se parecía al Quijote tradicional, tal como lo dibujó Doré. Alto, enjuto, con barba de chivo.

       — La lucha continúa —me dijo confidencialmente. Tenía los ojos azules, descoloridos.

       — Somos muchos, aunque no se nos vea —continuó—. Vamos a cambiar el mundo.

       Yo callaba. ¿Qué podía decir?

       Después me agarró por los hombros y mirándome a los ojos me expuso su problema. «Pero para conseguirlo necesitamos de fieles escuderos. Nosotros los caballeros siempre nos hemos apoyado en nuestros escuderos. Sancho Panza daba de comer y almohazaba a Rocinante e incluso me preparaba la comida. Sin él soy un inútil. ¿No tendrá alguno por aquí?»

       ¿Y qué le digo yo? ¿Que en treinta años de psiquiatra había visto a bastantes Don Quijotes pero a ningún Sancho?


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Fuente: revista The Books Journal, número 63, febrero de 2016.

Nikos Dimou (Atenas, 1935). Escritor, columnista, poeta, fotógrafo, publicista. Estudió Filología Francesa en Atenas, Filosofía y Filología Inglesa en la Universidad de Munich. Sus obras más conocidas por el gran público son aquellas en las que analiza y critica la realidad griega: δυστυχία ν εσαι Ἕλληνας [La desgracia de ser griego, Vicente Fernández González, Barcelona, Anagrama, 2012], χαμένη τάξη [La clase perdida], Ἀπολογία ἑνὸς ἀνθέλληνα [Apología de un antigriego] entre otras. Sus libros más recientes son la reedición de su obra autobiográfica, Οἱ δρόμοι μου. Μιχαήλ Βόδα, Ρήνου, Γαλήνης, Παράσχου (2015) [Mis calles: Mijaíl Voda, Rinu, Galinis, Parasju], y el catálogo de la exposición μοναχικὸς πολυπράγμων (2015) [El polifacético solitario], presentadα en el Museo Benaki.

La traducción colectiva se llevó a cabo en el marco del taller de traducción literaria del griego al español que se organizó en el Departamento de Traducción e Interpretación de la Universidad de Málaga en mayo de 2016, bajo la coordinación de los profesores Konstantinos Paleologos y María López Villalba. Participaron los estudiantes: Sadi Amro, Antonio García Guzmán, Benito Gómez Ibáñez, Dímitra Ketetzudi, Ramón Carlos Morales, Dímitra-Adamandía Mumtzí, Adolfo Orcajo, Rocío Sánchez González, Desirée Sánchez Rosa, Juan Vargas.


Aléxandros Vanaryotis: Historias de la puerta


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Aléxandros Vanaryotis


Historias de la puerta

 

16-AlphaBRÍ la puerta. No me lo esperaba. No creí que viniese.

—¡Qué sorpresa más agradable!

— ¿Acaso estoy molestando?

       — No, al contrario, me apetece tener compañía ahora. María tampoco está.

       — Te había dicho que iba a pasar.

       Se sentó en el salón y me precipité a traer un dulce y preparar café.

       Cuando el lunes me lo encontré en el mercadillo, tardé en reconocerlo; había cambiado totalmente. Tampoco él me reconoció de inmediato. Durante tres años fuimos compañeros de clase en la secundaria; nos sentábamos en pupitres vecinos. Después fue a formación profesional. Y ahora de su rostro sólo quedaba aquella chispa en los ojos y la sonrisa «traviesa», como yo decía entonces.

       No oculté mi alegría. No ocurre con frecuencia volver a tener, de repente, doce años; aunque solo sea por un rato. Lo que dura un encuentro en la esquina de una calle un lunes cualquiera de todos los lunes del año. Él tenía prisa y le invité a pasar por casa.

       —¿Cuándo? —me preguntó.

       — Cuando quieras —le respondí— las puertas de mi casa están abiertas para ti.

       —¿Cuándo? — volvió a preguntarme.

       — Todas las tardes, después de las siete, estoy en casa.

       — Vale, iré.

       Vino dos días después.

       Se produjo un momento incómodo. Le pregunté por su mujer, Déspina, y sus hijos. Me respondía de modo cortante dándome la información que pedía, sin darme pie a seguir la conversación. Déspina, que era maestra, trabajaba en un pueblo cercano; iba y venía. Estaba bien. Sus hijos estudiaban, ellos también se encontraban bien.

       Dirigí la conversación a nuestra infancia, a las excursiones y a las bromas que nos gastábamos. Sonreía de manera contenida.

       — Sí, sí —decía— buenas épocas, nos lo pasábamos genial.

       Hablé incluso de la mili, le conté en tono melodramático mi vida posterior; de escuela en escuela, adversidades, peripecias en pueblos de montaña y el anhelado traslado dieciocho años después a la tierra patria, pero sin lograr que se abriera.

       Asentía moviendo la cabeza: «Sí, entiendo, situaciones difíciles, igual que Déspina».

       Se me hizo un nudo en el estómago. En algún momento me cansé y me callé. Cogí la taza de café y bebí tranquilamente, sin hablar. Se hizo un silencio. Solo se oían los coches desde la calle y la tele del vecino anciano, que la pone siempre muy alta.

       — Ya va siendo hora de marcharme —dijo y se levantó. Tengo que pasar por la casa de mi madre por si necesita algo.

       Nos paramos a la entrada y nos despedimos. Lo miré directamente a los ojos. «¿A qué se debe esta visita?», me pregunté. Él también me miró. Fue a decir algo y su voz se rompió en un sollozo. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

       — Estoy enfermo —me dice— me han dado seis meses de vida.


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Fuente: De la colección de cuentos θε­ω­ρί­α τῶν χαρ­τα­ε­τῶν [La teoría de las cometas] (Εdiciones Παράξενες Μέρες, Atenas, 2014).

 

Aléxandros Vanaryotis (Tríkala, Tesalia, 1966). Estudió Filología Clásica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Ioánina. Trabaja como profesor de filología griega en la enseñanza secundaria pública. Publicó las colecciones de cuentos Δι­η­γή­μα­τα γιὰ τὸ τέ­λος τῆς μέ­ρας [Cuentos para el final del día] (Εdiciones Λο­γεί­ον, Tríkala, 2009) y θε­ω­ρί­α τῶν χαρ­τα­ε­τῶν [La teoría de las cometas] (Εdiciones Παράξενες Μέρες, Atenas, 2014).

 

La traducción colectiva se ha realizado en el marco de la asignatura «Traducción literaria del griego al español» del Máster en Traducción, Co­mu­ni­ca­ción y Mundo Editorial (Universidad Aristóteles de Salónica) impartida du­rante el curso 2015-2016 por Marisol Fuentes y Gabriela Larrieux. Participaron los estu­di­antes: Elena Chatzikiriakou, Sofía Georgiadou, Paraskevi-María Krokidou, Konstantina Lazarou, Marianna Orfanidou, Katerina Pliaki, Matilde Simha, Magda Sopotinú, Anastasia Vakouftsí y Christos Vasileiadis. Revisión: Konstantinos Paleologos.